Para ir probando el tema del blog, copio la introducción - el primer turno,
en realidad - de mi última partida de SdlA en Plataformarol (link aquí al lado...). Se admiten comentarios...
“En tiempos de guerra”, una campaña para “El señor de los anillos”.
Jugadores: Elhoir (Elhoir), Iasbel (Ibiralian), Guli (Krinee), Telcar (Nienbor), Teppic (Angladan), Yaegrin (Nemrod).
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Turno 1
15 de Noviembre de 1974 – Cuaderna del Sur (La comarca). Posada “La perca dorada”
La lluvia caía débil, pero constante. Poco a poco, la humedad había penetrado en sus huesos. Huesos que, además, notaban la fatiga producida por demasiado tiempo cabalgando. Afortunadamente, habían arribado a su destino más inmediato: La perca dorada. Allí podrían descansar, comer, beber, e incluso fumar de la magnifica hierba por la que era famosa aquella zona. Era por esto que, pese a la fatiga y el aguacero, las caras de los recién llegados mostraban una esperanzada sonrisa. No había demasiada prisa, en principio, y aquel que financiaba el viaje del grupo no tenia problemas económicos, de modo que todo hacia suponer que descansarían allí mientras el tiempo no mejorase. No era mala cosa. Algunos, los menos cansados, llevaban apenas un par de días en el grupo, pero también los había que venían desde el lejano reino del Sur, Gondor.
Era un grupo, cuanto menos, llamativo. Una muchachita risueña, bastante habladora – si bien la lluvia había terminado con sus ganas de hablar, por el momento – acompañada por un silencioso hombre, que respondía paso por paso al estereotipo de poderoso guerrero, que disimula bajo una apariencia de mediocridad. Pero respondía en todo, incluidos los ojos torvos, y es por ello que la gente, habitualmente, se abstenía de hacer comentarios. Salvo otro de los acompañantes. Este era más joven, bien parecido, de rasgos que delataban su procedencia norteña. Cuando el primero no estaba, el segundo solía despotricar de él. La dama se llamaba Melyanna, y el hombretón Dimrod. Al chico, habitualmente, Dimrod le llama “chico” sencillamente. Melyanna, por su parte, no suele hablar mucho con él. Pero las pocas veces que lo ha hecho, ha utilizado el nombre de Eoden. Cada uno de los hombres guía un asno, el de Dimrod cargado con dos cofres, y el de Eoden con sacas de provisiones. A este trío se añadían sus caballos, y las gentes que habían ido reclutando desde Gondor. Nada habían dicho de su objetivo, pero en aquellos tiempos viajar al norte implicaba peligro, y era por esto que, cuanto más al norte, más hombres se unían a la escolta. También les acompañaba una sanadora, traída de Gondor para evitar posibles contratiempos. La joven Melyanna había estudiado el tema, brevemente, pero aun no estaba capacitada. Y, por lo que se podía ver, tampoco Dimrod deseaba que tuviese nada que ver con todo aquellos hombres.
Al entrar en la posada, más de uno de los miembros de la escolta piensa en gastar parte del dinero ya conseguido en algo de hierba. Al contratarles, Dimrod – Pues él se encargó de esto – les prometió una ración de viaje al día, y una moneda de plata. “No es mucho, pero tampoco tenemos ninguna amenaza directa, será un trabajo fácil” les había dicho, y lo cierto es que lo estaba siendo. De su trabajo sólo sabían que debían acompañar y proteger a la dama Melyanna (Y sólo a ella) en todo momento. El no conocer su destino inquietaba a algunos, pero es bien sabido que la fortuna, en tiempos de guerra, no se hace lejos del frente, si no aprovechando bien las oportunidades que un conflicto brinda al hombre adecuado. Así pues, sacarían de aquello lo que pudiesen, y más adelante, cerca del frente, decidirían que hacer a continuación. Tal era el pensamiento de muchos otros hombres, pero no tantos se ponían en camino. Esos no harían fortuna, y desgraciados serian si la guerra los alcanzaba, pues antes de esta ya habían demostrado su poca entereza de espíritu.
La dama Melyanna, nada más entrar en la posada, exigió a gritos algo de beber, algo para todos ellos. Dimrod bajó la cabeza, avergonzado visiblemente por la falta de educación de la dama, mientras Eoden sonreía, y miraba a su alrededor: buscando presas, probablemente. Poco tiempo llevaban con él, pero ya se habían dado cuenta de algo: era un conquistador nato. Pocas muchachas se le resistían. Sin embargo, una buena hoja de acero colgaba en el cinto de Dimrod, por lo que de momento al menos, la dama Melyanna no había sido objeto de sus atenciones. Mujeres y caballos, interesaban a Eoden, frivolidades, a la dama, pero que ocupaba los pensamientos del hombre era difícil de saber. Mientras aun están todos tomando su bebida, Melyanna comenta que en aquellas tierras vive Matha Pieldegamo, vieja amiga suya. Es difícil saber como alguien tan joven puede tener una “vieja amiga” pero nadie protesta. Melyanna pide a Eoden que vaya a buscarla, pero este aduce tener trabajo con las cabalgaduras. Mira entonces la dama al resto, y sin decir nada, Dimrod sale de nuevo al exterior. Melyanna dice algo sobre ser avisada cuando Matha llegue, y sube a las habitaciones que les han sido asignadas. Algunas palabras sueltas llegan a sus compañeros, algo acerca de cambiarse el vestido.
Libres ahora, por el momento, de trabajo, los escoltas pueden centrarse en la taberna. Muchos hobbits, pues no en vano están en su hogar, y algún enano en mesas alejadas del resto. Nada fuera de lo normal, nada que haga presagiar lo que ocurre en las fronteras del reino del Norte. Se diría que no hay conflicto, y ciertamente allí es así, pues los hobbits no se han visto incluidos en grandes conflictos desde que tienen memoria.
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Durante la cena, Dimrod, aseado ahora, os informa del siguiente paso en vuestro itinerario: primero Bree, pero sólo para llegar a Fornost Erain. Misma paga, mismos peligros, esto último lo añade con una sonrisa. Durante la cena, además, Matha Pieldegamo es presentada al grupo, pues sólo Melyanna y Dimrod la conocían. De una edad difícil de precisar – como tantos otros hobbits – tiene un bonito rostro, y parece ser muy alegre, si bien a su llegada no dejaba de refunfuñar, a causa de la lluvia. Antes de la cena se la escuchaba reír, junto a Melyanna, aunque ahora parecen estar más calmadas. Pero durante la cena, no son pocas las ocasiones en las que da muestras de un talante alegre. Además, pronto se hace patente el porqué de haberla llamado: confiesa haber sido la cocinera de la suculenta cena, y lo cierto es que nadie tiene queja al respecto, más bien al contrario. Tras días de comer insípidas raciones de viaje, el hecho de contar con una cocinera sube la moral general.
Durante la cena, Matha pregunta por el objetivo del viaje, y es cuando el destino de ese viaje empieza a ser conocido: Melyanna viaja a casa de unos familiares. Además, por los comentarios de Matha, conocéis que ningún parentesco une a la joven con Dimrod, este es, en realidad, el jefe de la guardia de su padre, y ahora su guardaespaldas. Matha los conoció a ambos cuatro años atrás, estando en Bree, pues fue contratada por el padre de Melyanna. No tardó en cautivar a la joven con su animosa conversación, y he aquí que ahora se reencuentran. Matha parece conocer muy bien a la joven señora, y, del mismo modo para haber calado bien al joven Eoden. Durante toda la cena, lo trata como un niño pequeño, sumándose a Dimrod a la hora de llamarlo “chico”.
Aun no habéis terminado con los postres cuando se hace evidente que la conversación en la mesa es patrimonio de la dama y su amiga: cotilleos, noticias de conocidos comunes, y cosas por es estilo copan la conversación. Sin embargo, esto os depara una sorpresa, pues, preguntada Melyanna por si todavía conserva cierto medallón, esta lo saca para mostrarlo: Un hermoso delfín saltando, con un barco y siete estrellas al fondo. Perfectamente labrado, ninguno de los presentes puede calcular el valor que debe poseer. Esto da una primera muestra al grupo de que ser eficientes, y ganarse la gratitud de aquella gente, puede tener suculentas ventajas.
Cuando la conversación vuelve a las anécdotas, como Melyanna contando como se disfrazó en cierta ocasión de hombre, y logró desarmar a un espadachín fanfarrón, Eoden aduce un gran cansancio para dejarles. Marcha a dormir, como han hecho ya muchos de los habituales de la posada, que pronto cerrará sus puertas.
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Tras muchas noches de dormir a la intemperie, una noche cómoda, en mullidos colchones de paja, es tremendamente reparadadora. Además, de nuevo queda patente el poderío económico de la joven dama: paga una habitación para cada miembro del grupo, salvo para Matha. Quienes más tardan en dormirse pueden escuchar, a altas horas de la noche, como en la habitación de la joven siguen las historias y las risas. Pero los habituados a ganarse la vida mediante la fuerza de su brazo saben que un buen descanso no puede desaprovecharse, y duermen un sueño recuperador.
Cuando los miembros de la escolta comienzan a bajar, encuentran a Eoden comprobando los burros, ya cargados, y los caballos, listos para partir. Dimrod lo observa, mientras ata en su cinto una bolsita, cuyo aroma no necesita palabras: una buena provisión de hierba.
Dimrod: La dama Melyanna aun tardará, probablemente un par de horas. Hasta entonces, podéis hacer cuanto os plazca. Pero no os retraséis, partiremos en cuanto se cumplan dos horas. Hemos de recorrer el camino del este, hasta Bree, y luego seguir hacia el norte. No nos conviene pasar más noches de las necesarias en camino, y menos aun cuanto más al norte estemos.
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Tras reanudar la marcha, el grupo camina a lo largo del resto de la mañana, bajo un día soleado y espléndido. Si de algún modo Dimrod ya sabía que el día sería así, y por ello no habéis esperado, o si es mera coincidencia, no hay modo alguno de saberlo. Pero lo cierto es que el paseo resulta idílico, caminando entre los paisajes de la Comarca. Arroyuelos, sembrados, todo tipo de terrenos, y sus habitantes aquí y allá, hasta que llegáis a un bosquecillo, no demasiado espeso, aunque de aspecto poco acogedor, embarrado como está por la lluvia del día anterior. Nada os habría detenido allí, salvo…
Eoden: ¿Habéis oído ese grito?
Matha: ¡Hasta un sordo lo habría hecho! ¡Ve ahora mismo a ver que ocurre!
Dimrod: No es asunto nuestro. Sigamos. – Esta vez, el grito es claro. Un grito de puro pavor. Por el timbre, se diria que es un hobbit quien chilla.
Matha: ¿Asunto nuestro? ¡Ja! ¿Y vosotros, poderosos mercenarios? ¿No acudiréis, si no escucháis antes el tintineo de las monedas?
Melyanna: Matha, ¡Vayamos tu y yo! Será divertido, ¡Ya lo verás! – Un tercer grito desmiente tal afirmación. Dimrod se gira hacia el grupo de guardaespaldas.
Dimrod: Está bien, es hora de que alguien se gane parte de su sueldo. ¿Alguno puede echar un ojo? Lo esperaremos aquí.
Eoden: ¿Alguno? Por como chilla ese condenado, debe haber un ejército en ese bosque. –Dimrod menea la cabeza. Es obvio lo que piensa del asunto: probablemente algún pequeño animal asusta a un cobarde, o a un chiquillo. Pero… nunca se sabe. Queda mirando al grupo, expectante.
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Bien, he cortado aquí, aunque mi idea era seguir un poco más. Pero, dado que es el primer turno, tampoco es cuestión de alargarlo demasiado. ¿Qué se espera de este turno? Principalmente, que os presentéis unos a otros. Que eso sea durante el viaje antes de llegar a la comarca (Narrando lo que consideréis oportuno de ese viaje), en la posada, al llegar, o durante la cena, es lo de menos. Sobre los gritos, si alguno queréis ir a ver, adelante. De no ir nadie, Dimrod hará que el grupo siga adelante. Como ha dicho, no es asunto vuestro… aunque de ser así, la cara de Matha es un poema: alguien va a tardar bastante tiempo en volver a probar sus guisos…
Por otra parte, aunque de inicio poseéis cualquier cosa que me comentéis (siempre dentro de lo razonable), si alguien quiere comprar hierba para pipa, o alguna otra cosa en la comarca, puede haberlo hecho el día anterior, o bien esta mañana. No os han hecho madrugar demasiado, de modo que encontrareis abiertos ya los comercios. En principio disponéis de algunas monedas de plata, por lo que para detalles os sobra…
He omitido descripciones de vuestros pjs, porque, tal como os dije, todo lo que se sepa, o como se les vea, depende enteramente de vosotros, al menos al principio.
Por último, si tenéis cualquier pregunta que hacer, podéis hacerla, ya veremos que os contestan. En cuanto a los pnjs, no están demasiado descritos, eso va en el apartado de PNJ’s.
Saludos, y suerte en esta partida que comenzamos.
en realidad - de mi última partida de SdlA en Plataformarol (link aquí al lado...). Se admiten comentarios...
“En tiempos de guerra”, una campaña para “El señor de los anillos”.
Jugadores: Elhoir (Elhoir), Iasbel (Ibiralian), Guli (Krinee), Telcar (Nienbor), Teppic (Angladan), Yaegrin (Nemrod).
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Turno 1
15 de Noviembre de 1974 – Cuaderna del Sur (La comarca). Posada “La perca dorada”
La lluvia caía débil, pero constante. Poco a poco, la humedad había penetrado en sus huesos. Huesos que, además, notaban la fatiga producida por demasiado tiempo cabalgando. Afortunadamente, habían arribado a su destino más inmediato: La perca dorada. Allí podrían descansar, comer, beber, e incluso fumar de la magnifica hierba por la que era famosa aquella zona. Era por esto que, pese a la fatiga y el aguacero, las caras de los recién llegados mostraban una esperanzada sonrisa. No había demasiada prisa, en principio, y aquel que financiaba el viaje del grupo no tenia problemas económicos, de modo que todo hacia suponer que descansarían allí mientras el tiempo no mejorase. No era mala cosa. Algunos, los menos cansados, llevaban apenas un par de días en el grupo, pero también los había que venían desde el lejano reino del Sur, Gondor.
Era un grupo, cuanto menos, llamativo. Una muchachita risueña, bastante habladora – si bien la lluvia había terminado con sus ganas de hablar, por el momento – acompañada por un silencioso hombre, que respondía paso por paso al estereotipo de poderoso guerrero, que disimula bajo una apariencia de mediocridad. Pero respondía en todo, incluidos los ojos torvos, y es por ello que la gente, habitualmente, se abstenía de hacer comentarios. Salvo otro de los acompañantes. Este era más joven, bien parecido, de rasgos que delataban su procedencia norteña. Cuando el primero no estaba, el segundo solía despotricar de él. La dama se llamaba Melyanna, y el hombretón Dimrod. Al chico, habitualmente, Dimrod le llama “chico” sencillamente. Melyanna, por su parte, no suele hablar mucho con él. Pero las pocas veces que lo ha hecho, ha utilizado el nombre de Eoden. Cada uno de los hombres guía un asno, el de Dimrod cargado con dos cofres, y el de Eoden con sacas de provisiones. A este trío se añadían sus caballos, y las gentes que habían ido reclutando desde Gondor. Nada habían dicho de su objetivo, pero en aquellos tiempos viajar al norte implicaba peligro, y era por esto que, cuanto más al norte, más hombres se unían a la escolta. También les acompañaba una sanadora, traída de Gondor para evitar posibles contratiempos. La joven Melyanna había estudiado el tema, brevemente, pero aun no estaba capacitada. Y, por lo que se podía ver, tampoco Dimrod deseaba que tuviese nada que ver con todo aquellos hombres.
Al entrar en la posada, más de uno de los miembros de la escolta piensa en gastar parte del dinero ya conseguido en algo de hierba. Al contratarles, Dimrod – Pues él se encargó de esto – les prometió una ración de viaje al día, y una moneda de plata. “No es mucho, pero tampoco tenemos ninguna amenaza directa, será un trabajo fácil” les había dicho, y lo cierto es que lo estaba siendo. De su trabajo sólo sabían que debían acompañar y proteger a la dama Melyanna (Y sólo a ella) en todo momento. El no conocer su destino inquietaba a algunos, pero es bien sabido que la fortuna, en tiempos de guerra, no se hace lejos del frente, si no aprovechando bien las oportunidades que un conflicto brinda al hombre adecuado. Así pues, sacarían de aquello lo que pudiesen, y más adelante, cerca del frente, decidirían que hacer a continuación. Tal era el pensamiento de muchos otros hombres, pero no tantos se ponían en camino. Esos no harían fortuna, y desgraciados serian si la guerra los alcanzaba, pues antes de esta ya habían demostrado su poca entereza de espíritu.
La dama Melyanna, nada más entrar en la posada, exigió a gritos algo de beber, algo para todos ellos. Dimrod bajó la cabeza, avergonzado visiblemente por la falta de educación de la dama, mientras Eoden sonreía, y miraba a su alrededor: buscando presas, probablemente. Poco tiempo llevaban con él, pero ya se habían dado cuenta de algo: era un conquistador nato. Pocas muchachas se le resistían. Sin embargo, una buena hoja de acero colgaba en el cinto de Dimrod, por lo que de momento al menos, la dama Melyanna no había sido objeto de sus atenciones. Mujeres y caballos, interesaban a Eoden, frivolidades, a la dama, pero que ocupaba los pensamientos del hombre era difícil de saber. Mientras aun están todos tomando su bebida, Melyanna comenta que en aquellas tierras vive Matha Pieldegamo, vieja amiga suya. Es difícil saber como alguien tan joven puede tener una “vieja amiga” pero nadie protesta. Melyanna pide a Eoden que vaya a buscarla, pero este aduce tener trabajo con las cabalgaduras. Mira entonces la dama al resto, y sin decir nada, Dimrod sale de nuevo al exterior. Melyanna dice algo sobre ser avisada cuando Matha llegue, y sube a las habitaciones que les han sido asignadas. Algunas palabras sueltas llegan a sus compañeros, algo acerca de cambiarse el vestido.
Libres ahora, por el momento, de trabajo, los escoltas pueden centrarse en la taberna. Muchos hobbits, pues no en vano están en su hogar, y algún enano en mesas alejadas del resto. Nada fuera de lo normal, nada que haga presagiar lo que ocurre en las fronteras del reino del Norte. Se diría que no hay conflicto, y ciertamente allí es así, pues los hobbits no se han visto incluidos en grandes conflictos desde que tienen memoria.
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Durante la cena, Dimrod, aseado ahora, os informa del siguiente paso en vuestro itinerario: primero Bree, pero sólo para llegar a Fornost Erain. Misma paga, mismos peligros, esto último lo añade con una sonrisa. Durante la cena, además, Matha Pieldegamo es presentada al grupo, pues sólo Melyanna y Dimrod la conocían. De una edad difícil de precisar – como tantos otros hobbits – tiene un bonito rostro, y parece ser muy alegre, si bien a su llegada no dejaba de refunfuñar, a causa de la lluvia. Antes de la cena se la escuchaba reír, junto a Melyanna, aunque ahora parecen estar más calmadas. Pero durante la cena, no son pocas las ocasiones en las que da muestras de un talante alegre. Además, pronto se hace patente el porqué de haberla llamado: confiesa haber sido la cocinera de la suculenta cena, y lo cierto es que nadie tiene queja al respecto, más bien al contrario. Tras días de comer insípidas raciones de viaje, el hecho de contar con una cocinera sube la moral general.
Durante la cena, Matha pregunta por el objetivo del viaje, y es cuando el destino de ese viaje empieza a ser conocido: Melyanna viaja a casa de unos familiares. Además, por los comentarios de Matha, conocéis que ningún parentesco une a la joven con Dimrod, este es, en realidad, el jefe de la guardia de su padre, y ahora su guardaespaldas. Matha los conoció a ambos cuatro años atrás, estando en Bree, pues fue contratada por el padre de Melyanna. No tardó en cautivar a la joven con su animosa conversación, y he aquí que ahora se reencuentran. Matha parece conocer muy bien a la joven señora, y, del mismo modo para haber calado bien al joven Eoden. Durante toda la cena, lo trata como un niño pequeño, sumándose a Dimrod a la hora de llamarlo “chico”.
Aun no habéis terminado con los postres cuando se hace evidente que la conversación en la mesa es patrimonio de la dama y su amiga: cotilleos, noticias de conocidos comunes, y cosas por es estilo copan la conversación. Sin embargo, esto os depara una sorpresa, pues, preguntada Melyanna por si todavía conserva cierto medallón, esta lo saca para mostrarlo: Un hermoso delfín saltando, con un barco y siete estrellas al fondo. Perfectamente labrado, ninguno de los presentes puede calcular el valor que debe poseer. Esto da una primera muestra al grupo de que ser eficientes, y ganarse la gratitud de aquella gente, puede tener suculentas ventajas.
Cuando la conversación vuelve a las anécdotas, como Melyanna contando como se disfrazó en cierta ocasión de hombre, y logró desarmar a un espadachín fanfarrón, Eoden aduce un gran cansancio para dejarles. Marcha a dormir, como han hecho ya muchos de los habituales de la posada, que pronto cerrará sus puertas.
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Tras muchas noches de dormir a la intemperie, una noche cómoda, en mullidos colchones de paja, es tremendamente reparadadora. Además, de nuevo queda patente el poderío económico de la joven dama: paga una habitación para cada miembro del grupo, salvo para Matha. Quienes más tardan en dormirse pueden escuchar, a altas horas de la noche, como en la habitación de la joven siguen las historias y las risas. Pero los habituados a ganarse la vida mediante la fuerza de su brazo saben que un buen descanso no puede desaprovecharse, y duermen un sueño recuperador.
Cuando los miembros de la escolta comienzan a bajar, encuentran a Eoden comprobando los burros, ya cargados, y los caballos, listos para partir. Dimrod lo observa, mientras ata en su cinto una bolsita, cuyo aroma no necesita palabras: una buena provisión de hierba.
Dimrod: La dama Melyanna aun tardará, probablemente un par de horas. Hasta entonces, podéis hacer cuanto os plazca. Pero no os retraséis, partiremos en cuanto se cumplan dos horas. Hemos de recorrer el camino del este, hasta Bree, y luego seguir hacia el norte. No nos conviene pasar más noches de las necesarias en camino, y menos aun cuanto más al norte estemos.
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Tras reanudar la marcha, el grupo camina a lo largo del resto de la mañana, bajo un día soleado y espléndido. Si de algún modo Dimrod ya sabía que el día sería así, y por ello no habéis esperado, o si es mera coincidencia, no hay modo alguno de saberlo. Pero lo cierto es que el paseo resulta idílico, caminando entre los paisajes de la Comarca. Arroyuelos, sembrados, todo tipo de terrenos, y sus habitantes aquí y allá, hasta que llegáis a un bosquecillo, no demasiado espeso, aunque de aspecto poco acogedor, embarrado como está por la lluvia del día anterior. Nada os habría detenido allí, salvo…
Eoden: ¿Habéis oído ese grito?
Matha: ¡Hasta un sordo lo habría hecho! ¡Ve ahora mismo a ver que ocurre!
Dimrod: No es asunto nuestro. Sigamos. – Esta vez, el grito es claro. Un grito de puro pavor. Por el timbre, se diria que es un hobbit quien chilla.
Matha: ¿Asunto nuestro? ¡Ja! ¿Y vosotros, poderosos mercenarios? ¿No acudiréis, si no escucháis antes el tintineo de las monedas?
Melyanna: Matha, ¡Vayamos tu y yo! Será divertido, ¡Ya lo verás! – Un tercer grito desmiente tal afirmación. Dimrod se gira hacia el grupo de guardaespaldas.
Dimrod: Está bien, es hora de que alguien se gane parte de su sueldo. ¿Alguno puede echar un ojo? Lo esperaremos aquí.
Eoden: ¿Alguno? Por como chilla ese condenado, debe haber un ejército en ese bosque. –Dimrod menea la cabeza. Es obvio lo que piensa del asunto: probablemente algún pequeño animal asusta a un cobarde, o a un chiquillo. Pero… nunca se sabe. Queda mirando al grupo, expectante.
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Bien, he cortado aquí, aunque mi idea era seguir un poco más. Pero, dado que es el primer turno, tampoco es cuestión de alargarlo demasiado. ¿Qué se espera de este turno? Principalmente, que os presentéis unos a otros. Que eso sea durante el viaje antes de llegar a la comarca (Narrando lo que consideréis oportuno de ese viaje), en la posada, al llegar, o durante la cena, es lo de menos. Sobre los gritos, si alguno queréis ir a ver, adelante. De no ir nadie, Dimrod hará que el grupo siga adelante. Como ha dicho, no es asunto vuestro… aunque de ser así, la cara de Matha es un poema: alguien va a tardar bastante tiempo en volver a probar sus guisos…
Por otra parte, aunque de inicio poseéis cualquier cosa que me comentéis (siempre dentro de lo razonable), si alguien quiere comprar hierba para pipa, o alguna otra cosa en la comarca, puede haberlo hecho el día anterior, o bien esta mañana. No os han hecho madrugar demasiado, de modo que encontrareis abiertos ya los comercios. En principio disponéis de algunas monedas de plata, por lo que para detalles os sobra…
He omitido descripciones de vuestros pjs, porque, tal como os dije, todo lo que se sepa, o como se les vea, depende enteramente de vosotros, al menos al principio.
Por último, si tenéis cualquier pregunta que hacer, podéis hacerla, ya veremos que os contestan. En cuanto a los pnjs, no están demasiado descritos, eso va en el apartado de PNJ’s.
Saludos, y suerte en esta partida que comenzamos.
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